miércoles, 29 de julio de 2009

Milana Bonita.

Dos meses atrás en una dehesa extremeña.

Al oír el ruido de un motor se sobresaltó. Vio un coche acercarse en la lejanía. Pero ¿quién podía ser? Pocos vehículos se veían por la zona y no era habitual siquiera que el amo se presentase en aquellas fechas. Aún así y aunque el modelo no le sonaba, se escupió en la mano, pasándose después la misma por la cabeza para atusar su lacio pelo.

Estaba nervioso. Cualquier cosa que se saliese de la rutina de su día a día, le desconcertaba. Además, no le gustaba la gente, no le gustaba hablar. El siempre prefería la compañía de sus cerdos y las noches solitarias en su cabaña, imaginando historias en las que él siempre era el protagonista, brillante, rico, famoso y rodeado de mujeres maduras.

El coche se detuvo a un par de metros de él. Un chofer bajo y abrió la puerta trasera. Entonces vió bajarse a una figura inconfundible, cubierta con una capa. Al reconocerle, se puso casi a temblar. El había venido, después de todo lo que había pasado. Después de todas aquellas palabras nocturnas que le había dedicado en pleno despecho febril, con el cuerpo lleno de aquel aguardiente que su padre destilaba y sin el cual, los monstruos campaban a sus anchas por el techo de su habitación.

Comenzó a notarse las manos sudadas y la garganta seca. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón de pana marrón y comenzó a apretar con fuerza la tela de aquellas bragas que tanto significaban para él. Bragas llenas de manchas blancas y resecas, producto de muchas noches solitarias. El único recuerdo que aún tenía de ella, de la que se fue hacía sólo unos pocos meses, casi a los 90 años, dejándole sólo y vacío, pero con la polla bien tiesa cada vez que la recordaba.

El de la capa se acercó a él.

- Hola Fran, cuánto tiempo.
- ola , ke as venido, ha ké? – contestó cada vez con más miedo en la mirada.
- No temas nada, amigo. Porque tú y yo somos amigos ¿verdad? No he venido por nada malo, Franki. ¿Por qué tienes miedo de mí? – dijo la oscura figura con la más almibarada de sus voces.
- ero todo,lo ke dige. toas las kosas ke mese ocurrieron contra ti,
- Fran, amigo mío, querido cabronazo… todo aquello no fue nada. Animamos la casa del Gato durante un par de meses, pero nada más. No hay nada malo que recordar.
- peo ,tize daño
- No, Franki, los amigos no se hacen daño jamás. Sólo jugamos como dos niños, como dos hermanos que se pelean pero que en el fondo se quieren siempre con locura.
- ¿Em perdonas
- No hay nada que perdonar, amigo. Olvida todo aquello. Jamás fue importante, Franki. Sólo un calentón ¿verdad?
- sí hesofue losiento
- No sientas nada, amigo. Siempre has sido para mí como un hermano pequeño. Es más, ahora he pensado en ti para un plan que llevo preparando desde hace meses. Y tú eres mi estrella, mi chico especial. Mi niño grande. ¿Confías en mí, Franki?
- zi sisi konfió


Puto anormal de mierda, pensó el de la capa. A veces dudo de que su inteligencia le de para otra cosa que no sea follarse a sus gorrinos de vez en cuando, reflexionó. Hace tiempo, cuando todo sucedió le había hecho investigar durante unos meses y el informe obtenido, casi podía poner los pelos de punta a cualquiera. Básicamente y según los historiales médicos a los que había tenido acceso gracias a sus contactos, Fran era un sociópata, con abundantes accesos de ira, casi en la frontera del retraso y con en un enorme complejo de Edipo que le hacía acercarse siempre a mujeres que al menos le doblaban en edad. El dueño de las tierras en las que la familia de Fran había trabajado desde hace generaciones, le había hecho internar hacía años en un centro privado, preocupado por sus frecuentes ataques de ira, ante las súplicas de su padre, horrorizado al ver ciertas cosas que su hijo había hecho. Su progenitor había costeado los meses de internamiento y ahora costeaba su medicación, a cambio de trabajar de por vida de sol a sol, sin percibir jornal alguno.

Y luego estaba lo de las mujeres, que para el bueno de Fran, eran todas putas, excepto las viejas. Siempre recordaba su padre el día que lo llevo a un bar de carretera de un pueblo cercano, al cumplir los 18 para que su hijo, siempre temeroso con las chicas de su edad, se estrenase. Nunca se olvidaría del momento de sonrojo que sintió, cuando la prostituta, una colombiana baja y tetuda llamada Marcela, salió de la habitación en la que había entrado con su vástago y le dijo que o pagaba más o ella no soportaba aquel olor rancio a mierda de puerco. Además, añadió, a tu niño no se le pone dura ni con la boca y sólo quiere que me ponga un chaleco de piel de oveja y que haga como que soy una y esas cosas raras, siempre cuestan más dinero.

El padre pagó avergonzado lo que Marcela le pidió y nunca jamás le preguntó a su hijo qué había pasado en aquella habitación. Aún ahora, más de una década después, seguía con la certeza de que su retoño era virgen. Cosa en la que acertaba plenamente.

- Bueno, Franki, ¿qué me contestas?- preguntó el de la capa. – Ah, espera, no sabes lo mejor. Podrás conocer a tu vasca.
- amayabonita , amyabonita,amayabonita… - comenzó a repetir el pobre tonto, con un brillo que rara vez alguien había podido ver en sus ojos vacíos y casi carentes de vida alguna, mientras gruesos hilos de baba caían de su boca.
- Sí, tu Amaya, Fran. Por fin la conocerás, después de tanto tiempo. ¿Qué me dices entonces, amigo? Además te pagaré mucho dinero. Cobrarás más de cien euros si haces todo lo que yo te pido, cabronazo mío.
- Sisissisisisisisisi lo ke digas loare.
- Muy bien, amigo. No te arrepentirás. Verás lo bien que nos lo pasamos todos juntos – dijo el de la capa con la más falsa y estudiada de sus sonrisas.
- Por cierto, Franki, tengo los zapatos llenos de tierra. ¿podrías hacerme el favor de limpiármelos? Ah… y si quieres, te dejo que me llames “amo”.
- Sisisisi si amo.yo los limpio su franlos limpia.

Y tirándose al suelo, de rodillas, a cuatro patas, comenzó a escupir sobre el calzado manchado con el polvo del camino, para después frotarlo con la manga sucia de su vieja camisa.

Y el “bueno” del Sena, siempre tan gran persona y tan extremadamente bondadoso, sonrió al contemplar la escena y sintió como su polla se ponía como una piedra de dura al ver al tonto humillándose feliz a sus pies.

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